Friday, May 27, 2005

Libros y basura

Estoy leyendo un fabuloso libro de Germán Marín llamado Las Cien Aguilas... Impresionante como escribe ese hombre. Un pelotudo que anteriormente escribía en The Clinic -y que gracias a Dios que lo sacaron- cierta vez comentó que él gustosamente se agarraría a combos con Marín, emulando a Hemmingway que haría lo mismo con no se quien. Personalmente no me considero un weon experto en literatura, -es más, creo que nadie llegará ningún día a leer las estupideces que escribo - pero la verdad es que el gusto me nace más marcado por el ejericicio profesional de periodista -que no es ninguna maravilla dicho sea de paso- lo cual me faculta para hablar desde "la insolencia propia de los ignorantes", como diría el desaparecido reportero Eugenio Lira Massi.
¿A que viene todo esto? -se preguntarán ustedes- Y la respuesta es muy simple...

Sucede que la fauna literaria -a mi modesta opinión y como todas las cosas- está compuesta por especímenes de diverso pelaje... De tipos genios como Marín, la pluma medianamente asertiva de Gumucio, uno que otro trabajo de Jorge Edwards, o la ironía de Hernán Millas, y la maravillosa prosa de Teresa Calderón, hasta el resto de los pretendidos literatos chilenos, que creo que su valor está completamente sobreestimado. Aparte de su trabajo, un par de obras apenas publicables, es detestable verlos como se miran el ombligo todos los días, se erigen como los salvadores del mundo y piensan que con su alicaida prosa, revolucionarán el mundo cultural de no se que ciudad, país o planeta.

De las mujeres, mejor ni hablar, la nueva narración chilena femenina, es en su gran mayoría algo completamente vomitivo. Hay trabajos, que sin ni siquiera leerlos, intentan mostrar el lado Juanita de Arco de sus autoras; transgresión y denuncia al peo, más el correspondiente panfleto del feminismo y el drama de la mujer inferior y la wea. Como se echa de menos una Marta Brunet, o una María Luisa Bombal, que sin hacer ningún aspaviento, fueron capaces de hacer literatura de calidad que marcó a muchas generaciones de lectores que -como se sabe- sentían mucho más gusto por la literatura que lo que ocurre en la actualidad.

Se echa de menos la presencia de narradores de peso que realmente sean un aporte más allá de explotar y vanagloriar hasta el cansancio su ego y entreguen herramientas para revalidar, el mundo comun y corriente que pulula por nuestras ciudades.

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