Friday, November 21, 2008
Chuquicamata I: Please Mr. Postman!!!
Pocas pegas debe haber en este mundo más nobles y cabronas que ser cartero. Recorrer cuadras y cuadras entregando cartas, documentos y cuentas, requiere de cierta madera que no está presente en todas las personas de este mundo.
Correr por las calles arrancando del perro, ser el paño de lagrimas de la dueña de casa, o batirse con los conserjes de los edificios por la conducción de la correspondencia, son cosas que ciertamente a cualquier persona le forjan el caracter.
Y todo por la módica súma de 100 pesos, que segun tengo entendido es el valor de la conducción de la correspondencia.
Cuando chico recuerdo al cartero que llegaba con las escasas misivas y telegramas que llegaban a nuestro hogar en Chuquicamata. Ya fuera a mediodia o en la tarde, traía toda la informacion importante que, en una época en que el telefono era casi extraterrestre y el correo electrónico, algo que ni siquiera se vislumbraba en nuestras mentes.
Y al medio del desierto, métale sol 360 dias al año, calor, unos remolinos llenos de polvo seguidos de un viento que calaba los huesos, sobre todo en meses como agosto y septiembre, no era el mejor escenario para realizar tan importante profesión.
Pero los días lunes y jueves llegaba el hombre, de piel morena y dueño de una mirada prehispánica curtida por el sol. Asimismo un tanto regordete y con manitos de empaná.
Y lanzaba su grito característico.
No entraba al jardín porque el 90% del tiempo la Mugrienta estaba ahi. No podiamos decir que el can aquel estuviera en actitud amenazante, pero si dispuesta a revolverle el gallinero y no dejarlo meter los sobres debajo de la puerta.
Ahí tenia uno que sacar monedas del cenicero de madera del comedor, para cubrir el importe de 25 pesos por sobre recibido. Como era raro que nos encontrabamos en la casa siempre el hombre se llevaba entre 100 y 150 pesos, una pequeña fortuna en esos tiempos.
Y yo me quedaba con la perorata de mi vieja, que había que darle siempre mas dinero, porque nunca estabamos cuando el pasaba, y que el pobre hombre y su caminata por el campamento, y el correo, el concreto, sus zapatos con hoyos y la mano callosa entre otros elementos discursivos, que en su caso, también eran aplicables a otras honorables profesiones, como vender parche curitas en las micros, y la viejita que pasa la colecta de la misa, entre otras.
El cartero en tanto, seguía con su diaria repartija... y el almuerzo se enfríaba en la mesa de Domeyko 303...
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2 comments:
Oye me emocioné cuando con esta descripción. Es tan difícil evocar con las palabras esas tardes de niñez cuando el calor azotaba nuestras infantiles cabezas.
Creo que a pesar de vivir en la ciudad, el calor hacía lo suyo en buena parte del pasaje de tierra donde yo vivía y justamente la figura del cartero y el heladero (que misteriosamente siempre coincidían) quedaron cristalizadas en mi recuerdo de cabra chica mañosa.
Como dice la amiga del post de arriba yo tambien me emocioné....
se me vino a la mente Una canción de Rapahel que dice más o menos así…”a veces llegan carta con olor a flores que son románticas……..
Hay cartas que te dicen que regreses pronto que desean verte….hay cartas que te hablan de que en la distancia el cariño crece”…..
Curiosamente en mi pueblo, si mal no recuerdo o me traiciona la memoria, no había cartero y había que ir a buscar uno mismo las cartas al correo….Yo, de cabra fui servicial y le retiraba el correo a mis vecinos más próximos…Jamás se hicieron atados por entregarme la correspondencia ajena, les daba confianza…aparte quien podría tener interés en cuentas que es lo que más la gente recibe por el correo.
Una vez recibí emocionada una cartita de un amorcillo adolescente de verano…….venía desde el correo central en Santiago y traía en su interior una foto de Robert..que así se llamaba el muchacho…….La conservaba hasta hace algunos años, pero cuando me hurtaron la billetera en Valpo, la misiva aquella también me fue arrebatada….
Y al pensar en cartas se me viene a la mente además ese cartero inescrupuloso de Valpo que botaba el correo que le encomendaban, no hallando nada mejor que botarlo en las quebradas de San Roque…..En el lugar aparecieron después cerros de correspondencia añeja,,.,gente que jamas recibió cuentas ni noticias escritas….como yo llamo a las cartas-----
Pero en vez de evocar carteros inexistentes e incompetentes me quedo con ese viejito de las manos ásperas, el caminar cansino que pasaba a diario por las calles de Chuqui trayendo buenas o malas nuevas en sobre…..
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