Wednesday, July 13, 2005

Ramiro y el mar de copas (Final)

Inmediatamente Ramiro supo que el fin había llegado. Pero sin dejar de amarrar los aperos del caballo, prosiguió raudamente su faena. Sus pensamientos y conjeturas lo impulsaban a saltar la cerca y perderse en el bosque, pero a cada momento que pasaba, la idea de que los peones de su padre saldrían corriendo a buscarlo por los cuatro vientos comenzó a alojarse en su cabeza.
Sin embargo, ninguna de sus disquisiciones filosóficas de último minuto lo apartó de los últimos preparativos de su huida, y apenas los caballos estuvieron a punto para partir, salió a todo galope dispuesto a perderse entre los árboles.
Al sentir el estruendo de los caballos, toda la servidumbre de la hacienda tuvo la oportunidad de ver a su señorito -causante de la desgracia de su patrona- escapando hacia el monte. E inmediatamente comenzaron los preparativos para su búsqueda. Una cuadrilla de jornaleros salió velozmente a la montaña, mientras que el padre del señorito se hacía de su ropa de trabajo, sombrero y revolver al cinto y partía al galope hacia los campos.
Hora tras hora, los jinetes recorrieron infructosamente toda la comarca sin obtener ningún resultado que pudiera dar con el paradero del señorito.
Pero Ramiro estaba ahí. Y mucho más cerca de lo que ellos imaginaban. Escondido al alero de una cascada a menos de cincuenta metros del límite de la propiedad, el chico se aferraba a las rocas mientras sentía el roce de las cabalgaduras.
Hasta que llegó, casi al atardecer, el momento del descuido. Mientras recolectaba leña para la choca de la tarde, el joven fue descubierto por uno de los perros de caza soltados por su padre para darle búsqueda.
Inmediatamente aparecieron en el lugar -casi como un funesto presagio- los trabajadores y el patrón, dispuestos a pasar la cuenta por los hechos de la noche anterior.
El padre de la criatura, golpeado por la insolencia, la ira y la gravedad de los actos de su hijo, partió su interrogatorio dando a éste un soplamocos que lo tendió exánime en el suelo por algunos segundos.
Agarrando la Colt que tenía en el cinto, el papá del señorito comenzó a inquirirlo sobre los detalles de la horrible jornada anterior.
-¿Qué pasó Ramiro?
- Nada papá -replicó el muchacho- Anoche se nos pasaron las manos con las copas y eso fue todo... nada grav...
Y empuñando rudamente el revolver, el padre le interrumpió -¡NO ME VENGAI CON HUEVADAS MIERDA! ¿Me has visto la cara acaso, imbécil? ¿Crees que no me enteré que la juerga terminó anoche en el retén de los pacos, luego que los niñitos, en la plaza del pueblo y arropados de vestido, taco alto y corsé comenzaron a besarse y agarrarse el paquete ante todo el mundo? ¡MARICONES DE LA PERRA!
-Perdón papá, musitó el muchacho.
El rostro del futre chico tornó de pálido a rojo y frágiles lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mientras tanto el padre -rodeado de sus fieles inquilinos- sacaba el seguro del revolver y sin mediar ninguna explicación le descerrajaba dos tiros en el rostro, mandando así a su regalón de una buena vez por todas al rincón de los callados.

2 comments:

Muy Matrera said...

Definitivamente Ramiro (jajajaja hijo de futre y más encima marica)se ha convertido en uno de mis personajes favoritos. Me gustó el ritmo del relato y el abrupto final.

AB said...

que sabroso cuento. no le falta ningún aliño. rica la sopa, redondita.