Los violines se escucharon por ultima vez en los patios de aquella vieja casa. Una multitud de recuerdos desfiló por su mente, mientras los viejos pasillos poco a poco iban despidiendose de su oscura figura, de su claro caminar y de su estampa de caballero antiguo venido a menos. Los salones en los cuales los bailes y francachelas a momentos parecian tornarse interminables, permanecían mudos, impasibles, serenos, presagiando su fin.
Fue en ese momento donde la Luger -con su cargador doble- entro a correr al baile, transformándose con ello en la protagonista más importante de esta historia. Veinte años atrás y en medio de las celebraciones por haber regresado el colegio en Inglaterra, jamás pensó que ese regalo -que marcaba el fin de sus días adolescentes- iba a terminar sellando su suerte. Fue así que después de salir de la ducha, cargar con los restos de su caña, calzarse impecablemente su traje nuevo y avisar en la oficina que no lo esperaran para comenzar las reuniones, se dirigió hacia el antiguo despacho de su padre. Sus ojos recorrieron la biblioteca hasta encontrar el ejemplar de la Divina Comedia. Encima de su contratapa escribió sus últimas palabras al viento, para despues dejarla en una minuscula mesa de luz. Acto seguido su lengua saboreó el caño de la pistola y presionándola sobre la parte superior de su paladar apretó el gatillo. La oscuridad creció ante sus ojos como una mala hierba y su alma poco a poco comenzó a desplazarse lentamente por esta tierra con pies de plomo.
Afuera, el sol brillante, el tronar de las aves y veloz andar de los vehiculos anunciaban con alegría esa primavera que para algunos, no es mas que una simple excusa para encontrar lo esquivo, lo brutal o lo esplendido, que en ciertas ocasiones nos ofrece la vida.
2 comments:
Espectacular ..... me encantó.
Un excelente final para ésa historia y para todos quienes de una u otra forma la protagonizamos alguna vez en nuestra vida.
No hay más... aunque el sol afuera nos invite a ver reflejos de vida, sabemos que afuera sólo hay espejos aquerosos que al mirarlos más que ver reflejos de vida, invitan a vomitar con todas las fuerzas de las que seamos capaces.
Saborear lentamente cada frase. Cada palabra está unida a la otra con una fuerza incontenible. Hace que el ritmo del relato tenga poder sobre nuestro entendimiento.
Pensar que las vueltas circulares, los ciclos nos deparan situaciones insospechadas.
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