Sunday, April 09, 2006

El Poder (pt.3)


- Pasa y sientate- dijo Emilio poniendo en la mesa del velador la taza de té que momentos antes había servido en la cocina.
- Esta weá me llegó ayer no más por amazon.com- manifestó poniendo una cara y una levantada de cejas de quien se hubiese provisto de pitos prensados en mirra como para todo un año.
-Venía junto a unos discos de Minutemen y de los Kinks -agregó- No perdamos más tiempo- dijo el dueño de casa, quien sacó el disco de la caja y lo insertó en el cd player.
Los dos primeros temas no eran nada extraordinario. Era algo que si bien era muy bueno, no era distinto a lo que uno podía esperarse de cualquier banda hardcore de comienzos de los 80's. Eso si que se podía adivinar tras sus acordes, una fuerza avasalladora que momento a momento te iba arrastrando a una extraña comunión con los parlantes del equipo.
Pese a ser acustico, en el tercer surco del disco, -llamado I Never Talk To You- un extraño cosquilleo se apoderó de mi y el pegajoso coro salió de mis labios como si las palabras tomaran vida propia.
Desde el tema siguiente, las blancas paredes de la habitación de Emilio se acercaban como invitándome a romperlas a cabezasos, mientras la Flying V de Mould y los grandiosos alaridos de Hart hacían vibrar cada vez más las ventanas de la habitación de mi amigo.
Las letras eran algo espantoso. Niños que mediante sus juegos, sus sueños y su realidad del día a día se van evadiendo de sus padres. Alcoholicos, psicóticos y maltratadores.
A partir del quinto tema ya guardamos con Emilio un silencio sepulcral. Un punto fijo en el rincón más escondido de la pieza era el único refugio frente a una fuerza que a cada momento amenazaba por desbordar todo el mundo que circulaba a través de nuestros oidos.
De ahí en adelante todo -absolutamente todo lo que pensaba respecto a la música rock- comenzó a cambiar de sitio. Una hora más tarde cuando los veintitrés temas llegaban a su fin, terminé el té que estaba en la mesa, sin tener nada más que decir. Pesqué la copia del disco y la metí en el bolsillo. Salí a la calle y no escuché nada más de música en lo que todo quedaba del día. Solo pensé que tres pendejos del Minneapolis de los años 80, más conocidos como Husker Du, cambiaron, durante esa hora y tanto que dura aquella demolición llamada Zen Arcade mi forma de mirar al mundo, de describirlo o simplemente mandarlo a la mierda.

1 comment:

Muy Matrera said...

Excelente texto, potente. Tienes 3 relatos con título rl poder, y son los 3 diferentes, aún no entiendo el hilo cobductor entre ellos.