Tuesday, April 11, 2006

Una pequeña crónica cagona


Cierto día, mi vieja se apareció a la hora de almuerzo con una cara tal que parecía que hubiese visto al Diablo acariciandose las bolas. Se sentó en la mesa de la terraza y con una evidente y al mismo tiempo extraña preocupación me miró a los ojos.

-De todas las cosas que he visto en Santiago, lo que vi hace un rato –dijo asumiendo un tono dramático y policial- fue la peor. Hoy en la mañana caminaba por Agustinas buscando una casa de cambio. Cerca del mediodía, y justo al frente de un local de Domino’s, un picante arrimado a la vereda, de un momento a otro comenzó a rascarse el poto. Segundos más tarde y comodamente sentado en la cuneta, el tipo se bajó los pantalones y comenzó a CAGAR a vista y paciencia de todo el mundo. Yo en los casi cincuenta años que llevo viniendo a la capital, nunca en la vida había visto algo semejante... expresó con los ojos blancos.

-Bueno mamá –le interrumpí yo- así es la vida en las ciudades grandes. Hay tanta gente que no tiene ningún water en donde hacer sus necesidades –le agregué- al tiempo que me acordaba de unas plastas descomunales en un pasillo del Metro que un día me dieron la bienvenida cuando me bajaba de un bus proveniente del Calama. Después de esto me encogí de hombros y seguí preparando el postre para el almuerzo, en medio de cierta indiferencia....

Pero eso sólo fue hasta un par de noches atrás. Transitaba por Huerfanos casi al llegar a Cumming como a eso de las 8:20 de la noche cuando al cruzar un auto que se encontraba estacionado, me encontré a un tipo con el ceño fruncido, los pantalones abajo –y a quien sólo le faltó decirme buenas noches- muy agachado en la calzada, horadando el concreto con unos suruyos de color y textura indeterminadas. Frente a él unos lulos de papel hechos con las paginas centrales del Diario La Cuarta se mantenían en la quietud como quien aguarda su muerte ante el peloton de fusilamiento.

Pese a que la dantesca escena no duró más de un segundo, debo admitir que quedé helado. Apuré firmemente el paso, le sonreí a unas liceanas que se dirigían al lugar de los hechos y a un par de gringas que se cruzaron en mi caminata. Todas ellas iban a paso raudo a encontrarse con el sujeto en cuestión que -según calculaba- aun se mantenía en su repulsiva y a la vez humana posición. También recordé las palabras -y lo que es más importante- la cara de mi madre un par de semanas antes. Una vez más me di cuenta de que la Juana siempre tiene la razón.

3 comments:

Muy Matrera said...

Madres... la joda siempre les da la razón para nuestro revelde pesar. Y lo peor es que la mía me lo restrega cada vez que las situaciones imposibles colman mi capacidad de razonamiento. Madres... todos tenemos una y menos mal que es una sola.

mariasoledadsilva2@gmail.com said...

MMM a ver.....tengo una opinión particular al respecto.... Creo que cagar es como comer, más hediondo quizá, más largo, o más doloroso.....pero es otro expremo del mismo proceso. Así es que en el fondo no me parece del todo mal que la gente cague en las calles....ahora, en la forma quizás si. Aunque no, yo creo que cagar es tan íntimo como comer. Al punto que ver a algunas (una hasta el momento) personas comer me produce un placer casi tan orgásmico como cagar.
El punto es qué hacemos con la mierda después, así como tenemos que botar los envases de papas fritas, ramitas, y cuanta huevada se vende en la calle, así mismo hay que botar la caca y los papeles....
Reconozco eso sí que prefiero ver a un hombre mear.

Lady K...!!! said...

Al parecer querido colega.. ud. no sabia que en nuestro "amado" codigo leguleyo.. esta permitido.. echarse su cagaita de vez en cuando.?? En cuanto a echarse su "corta" en la via publica, es tanto o mas penado que robar una gallinita.. dato anecdotico.. caguemos todos en las alamedas de Santiago..!!