Friday, April 14, 2006

El Poder (pt.4)


La vi... pensé en la devolución de impuestos. Grandioso. Un par de meses. Un precio alcanzable...

-Quiero probar un par de guitarras- dije no sin cierta premura.

-¿Cuales? -me dijo el dependiente de la tienda.

- La Firebird que está en vitrina y la SG que tienes colgada ahí, le manifesté con cierta impaciencia.

-Ok, espera que terminen de probar la Les Paul y las pruebas, manifestó mirando de improviso a un ser con cara de perno y manos grasosas que en ese momento aporreaba una Les Paul negra, una custom deluxe según decia el cartel que colgaba vivamente del atril.

-¿Por qué no se irá este weon? -pensaba yo a medida que pasaban los minutos. Al wea sólo le faltaba ponerse a tocar algún temita de esa basura sin remedio llamada Maná y llorar mierda como un rio. Gracias a Dios (hoy crucificado) un par de minutos dejaba el instrumento en el colgador, mientras la mirada del dependiente -del tipo "raspate de aquí xuxetumadre"- lo invitaba con toda cordialidad a salir del local.

Y como chanchito en el barro me ubiqué en el taburete, mientras el dependiente llegaba con la fabulosa Firebird.

Era un modelo antiguo, de tres cápsulas humbucker, de las chiquitas. Roja como globo de cumpleaños, ese fabuloso instrumento concebido por el diseñador de automóviles Ray Dietrich a fines de los 50's se posó en mi regazo como una gacela. Tenia un tremolo antiguo y se escuchaba muy bien, mientras que mi reflejo en la ventana -más los brillos nacarados del instrumento- me hacía sentir como esos viejos que tocan boleros en el Cinzano de Valparaiso.
Pero cuando ya me encontraba levitando a 10 centimetros del suelo escuchando la mentada Firebird, salió de mi boca la pregunta fundacional y como un aviador en caida libre me estrellé en el suelo.


-¿Cual es el precio?

-395 lucas manifestó.

Entonces como aquella niña a quien uno ha joteado durante años, y como una bofetada te enteras que pololea con el weon que se pasea en moto por la puerta del colegio, bajé la mirada, la guitarra volvió a su atril y haciendo la del picado murmuré por dentro ... siiii suena bien, pero las clavijas son harto feas. Y me olvidé del asunto.


II

Acto seguido levanté mi cabeza y la Diabla estaba ahi. Me paré para mirarle el poto- como viejo verde al entrar a un topless- y como viejo verde me la calcé en el regazo. Como viejo verde la repasé con rasgueos pausados y como viejo verde la sentí comoda entre mis manos. Como viejo verde la maniobré en todas sus perillas y como viejo verde la hice bramar hasta que los vidrios crujieron. Le saqué algunos acordes y pude percibir que ella se sintió cómoda conmigo.

Como buen viejo verde -y esbozando una sonrisa socarrona- la puse en el atril... Haciendole un gesto me despedí de ella -después de preguntar su precio- como diciendo "hasta el próximo mes, lleina mía". Y pasaron las semanas y meses. Y como buen viejo verde, nunca más la volvi a ver.

1 comment:

Muy Matrera said...

Qué bien... yo me imaginaba que le ponías nombres a las niñas, y me dio mucho gusto colaborar humildemente en la elección para el nombre de tu nueva señorita: la diabla. Es que en verdad esa mujer es una hembra que emite sonidos delirantes mientras rasgas sus cuerdas y ella se contornea cuan serpiente seductora de tiempos remotos.